Arráncame la vida, de Ángeles Mastretta

 


Una de las novelas que tenía pendiente leer es la conocidísima “Arráncame la vida” la primera de la escritora poblana Ángeles Mastretta, un título que, si gustas de las historias de mujeres fuertes y con contexto histórico, su lectura es prácticamente obligada.

Publicada en 1985, traducida a once idiomas y editada en unas numerosas versiones, esta inolvidable historia nos cuenta la vida de Catalina Guzmán, una mujer poblana de los años treinta que a sus apenas dieciséis años contrae matrimonio con Andrés Ascencio, un general con aspiraciones políticas y mucho mayor que ella (inspirado en Maximino Ávila Camacho).

“Arráncame la vida” está narrada en primera persona y con la voz de Catalina vamos no solo conociendo el México postrevolucionario sino también la acompañamos en la construcción de su identidad: de ser la esposa sumisa de quien solo se esperaba fidelidad incondicional y su incuestionable maternidad, hasta convertirse en una mujer libre pensadora, dueña de su cuerpo y su sexualidad.

La primera novela de Ángeles - de quien también he leído “Mal de amores” - mantiene al lector interesado de principio a fin, tanto por la manera tan fluida de narrar (que incluye elementos de la cultura mexicana y un tono totalmente feminista) como porque nos permite reflexionar sobre nuestro presente, desde la situación de nuestro país hasta el papel de las mujeres en el mundo político y social; en ese sentido, es inevitable pensar en temas como la corrupción, los beneficios a extranjeros, los asesinatos a periodistas y como cereza del pastel, en el machismo del que aún no nos libramos.

“Arráncame la vida” es una gran novela porque no podemos dejar de sentir junto con Catalina, una mujer rebelde, que modifica su concepto de amor a lo largo de la trama, que encuentra en Carlos Vives - el joven y talentoso director de orquesta - la pasión que la hace tener plena conciencia de sí misma.

Con una genial portada de Ernesto García Cabral que ya todas identificamos, “Arráncame la vida” es sin duda un título que se queda en la memoria y cuya adaptación cinematográfica es también digna de disfrutarse (2008, Roberto Sneider) una película que logra llevar a la pantalla la esencia de una Catalina humana, imperfecta y apasionada mientras tarareamos la bella canción de Agustín Lara.

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