Toda la sangre, de Bernardo Esquinca
Hoy mi reseña está dedicada a Toda la sangre del narrador mexicano Bernardo Esquinca (Guadalajara, 1972), un thriller escrito en el 2011 que posee todos los ingredientes que disfruto enormemente en una novela: hechos históricos de nuestro país (especialmente los prehispánicos), narraciones policiacas, misterio y un ritmo que mantiene el interés hasta la última página.
Publicado bajo el sello de Almadía, este libro de 315 páginas arranca con un prólogo que nos lleva a la capital de la Nueva España a principios del siglo XIX con una anécdota de Alejandro de Humboldt y que nos deja clara la relevancia de las piedras que permanecen debajo de la antigua Tenochtitlan; a partir de ahí, el autor nos lleva por una gran historia en la que el protagonista es el periodista de nota roja Eugenio Casasola (personaje que aparece en tres novelas más de Esquinca) que escribe para el Semanario Sensacional y que, en medio de su trabajo para profundizar sobre la vida de los vagabundos (que incluye convertirse en uno) es llamado urgentemente por Santoyo - su jefe - para investigar sobre un hecho aterrador: la reciente aparición de restos humanos en el Templo mayor, en pleno centro del entonces Distrito Federal.
Presentada en tres partes: “Presagios funestos”, “Rojas están las aguas” y “Nuestro señor el desollado”, Toda la sangre no es una novela para sensibles pues narra escenas de crímenes en zonas turísticas de la Ciudad de México perpetradas por una mente criminal que, por la forma de actuar y luego del análisis de especialistas es nombrado Asesino ritual por la recreación que hace de sacrificios aztecas siguiendo los ocho presagios funestos: premoniciones de los aztecas diez años antes de que Hernán Cortes llegara a Tenochtitlán.
Toda la sangre va develando la presencia de una decena de buenos personajes entre los que se encuentra la arqueóloga del INAH Elisa Matos (cuyo apellido rinde homenaje al destacado arqueólogo Enrique Matos Moctezuma) y que en medio de una clara tensión sexual va junto con Casasola tras una serie de pistas de los asesinatos; a lo largo de las páginas de esta obra literaria - que nos deja claro que tiene detrás un profundo trabajo de investigación - encontramos a un policía judicial, varios funcionarios culturales, periodistas de nota roja y reconocemos, además, una gran crítica social y profunda reflexión sobre la sociedad que somos.
Con un título que pone énfasis en el poder ritual de la sangre y un cierre que te deja el deseo de saber más, este libro es muy recomendable pues hace un homenaje a los muertos y a sus voces, especialmente a la de “los antiguos dioses que se niegan a morir” como bien lo describió Bernardo en la dedicatoria de mi libro (lo encontré en la pasada edición de la FIL Guadalajara)
La foto que elegí para esta reseña es en el Jardín de las Esculturas del Forum Cultural, con el magnífico Tzompantli, un relieve en mármol negro de Ángela Gurría, realizado en 1988.
Pd. Tengo pendiente ver la serie basada en este libro, la
intenté ver en algunas plataformas y ya no está disponible; ojalá pronto esté
de regreso.
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