El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura
La reseña de hoy está dedicada a El hombre que amaba a los perros una enorme obra, no solo por su extensión (la edición de bolsillo es de 765 páginas) sino también por su planteamiento, pues esta historia, creada en un lapso de cinco años por el escritor y periodista Leonardo Padura (La Habana, 1955) nos lleva a recorrer de una inteligente forma, una gran parte de la turbulenta historia del siglo XX hasta describir el asesinato en nuestro país del político y comunista ruso León Trotsky.
Publicado en el 2009 y catalogado como novela negra, este libro es el primero que leo de Padura, admirable escritor cubano de quien sin duda leeré más títulos; la obra sorprende no solo para la profundidad de la investigación que tiene, sino también por la estructura narrativa que presenta: tres personajes, cada uno con una temporalidad distinta que van, a lo largo de las páginas, avanzando y entrelazándose.
La novela inicia en la Habana en el 2004 con la narración de Iván, un veterinario aspirante a escritor quien, tras la muerte de su esposa, decide compartir la historia que le fue contada por un misterioso personaje que solía pasear por las playas cubanas con dos galgos o borzois rusos, (perros poco frecuentes en la isla); el hombre, que conoció 27 años atrás y al que le dio el nombre de El hombre que amaba a los perros se presentaría más tarde como Jaime López, cercano a quien perpetró el asesinato de León Trotsky. En voz de Iván, a la par de la historia central del escrito, conocemos la situación política y social de este país, las carencias, las dificultades.
La segunda voz narrativa es la del asesino de Trotsky: Ramón Mercader, un militante comunista español, reclutado por su madre y formado especialmente durante tres años y bajo el nombre del soldado 13, para cometer el asesinato del líder soviético; en esta parte, Padura construye la historia de Mercader y nos adentramos a sus ideas, su mente, su fanatismo, viajamos con él por España, Francia hasta que llega a México para cumplir meticulosamente con su tarea: quitarle la vida bajo el nombre de Jacques Mornard.
El tercer narrador es el propio Liev Davídovich (León Trotsky) un personaje fundamental para la revolución rusa de 1917 y conocido en el mundo como compañero de Lenin; en El hombre que amaba a los perros lo acompañamos en el periodo de su destierro, un exilio al que es enviado por Stalin convirtiéndolo en el enemigo de la propia revolución. Lo acompañamos tanto a él como a su esposa Natalia Sedova por Turquía, Francia, Noruega y finalmente a nuestro país a donde llega gracias a que Frida Kahlo y Diego Rivera interceden ante el presidente Lázaro Cárdenas para que le otorgue el asilo, considerándolo incluso su huésped personal.
La parte final del libro es brillante por el detalle que ofrece en los momentos previos al asesinato de Trotsky, el autor logra crear atmósferas y te transmite la tensión de Ramón, las dudas de León, las evocaciones de Iván. En el capítulo de cierre, nombrado Apocalipsis Padura deja clara la desilusión política y el desencanto de quienes dan vida a las páginas de tan gran historia.
El hombre que amaba a los perros lo leí con la edición de bolsillo de
Tusquets Editores, un texto que cuenta actualmente con numerosas reimpresiones,
una novela que la recomiendo para lectores que tienen ya un “músculo literario”
y que habrá que recordar especialmente el 21 de agosto próximo, fecha en que se
cumplirán 82 años del sonado asesinato del revolucionario.
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