El psicoanalista, John Katzenbach

 


Hoy me retrasé al salir de casa porque necesitaba terminar mi lectura actual. Si eres lectora como yo, sabes que cuando estás en la recta final de un libro intrigante, no puedes soltarlo. El psicoanalista, de John Katzenbach, fue esa novela que me atrapó estas semanas. Este thriller psicológico, publicado hace 22 años, llegó a mis manos gracias a un trueque literario, y aunque en un par de momentos estuve tentada a abandonarlo por su ritmo algo irregular, su trama me mantuvo enganchada. Pasé varias noches repitiéndome: “Solo un capítulo más y me duermo”.

La historia sigue al introvertido psicoanalista Frederick Starks, quien el día de su cumpleaños número 53 recibe un sobre inquietante en la puerta de su consultorio. Dentro hay un mensaje perturbador: “Bienvenido al primer día de tu muerte”, firmado por alguien que solo se identifica con la inicial R. El ultimátum no se hace esperar: Starks tiene 15 días para descubrir quién está detrás de esa amenaza, o sus familiares pagarán las consecuencias.

Desde ese punto, la vida de Starks se convierte en un caos absoluto. A medida que la historia avanza, nos adentramos en su mente, siendo testigos de sus miedos más profundos, su desesperación y su lucha por reconstruirse. Obligado a explorar su pasado y a cuestionar todo lo que creía saber sobre sus pacientes, Frederick se embarca en un juego psicológico lleno de intriga, en el que la línea entre la cordura y el desquicio se desdibuja.

La novela no solo narra una persecución mental y emocional, sino que reflexiona sobre los principios del psicoanálisis. Mientras leemos, acompañamos a Starks en su destrucción y renacimiento, cruzándonos con personajes marcados por sus propios traumas, vacíos y soledades. Aunque me mantuvo al filo durante gran parte de sus 431 páginas, debo confesar que el final me dejó insatisfecha. Lo sentí abrupto y, tras tanta expectativa, la resolución no terminó de convencerme.

Sé que existe una película basada en el libro, además de un par de secuelas literarias. Probablemente vea la cinta, pero no estoy segura de seguir con los libros.

Un detalle especial de mi experiencia con esta lectura fue el ejemplar en sí. Viejo y visiblemente deteriorado, con el característico olor de los libros usados, se sentía casi como un personaje más. No pude evitar imaginar cuántas manos lo habrán sostenido antes de llegar a las mías, sumándole un toque de misterio que complementó perfectamente la atmósfera de la historia.

 

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