Vladimir, de Leticia Martin

 




Hoy quiero hablar de una novela que me llegó por parte de Penguin Random House la semana pasada y que me devoré en un par de días: Vladimir de la escritora Leticia Martin (Buenos Aires, 1975) un título que se hizo acreedor al I Premio Lumen de Novela y que está ya anotado en mi lista de mejores lecturas de este año porque es polémica, intensa y simbólica; habla de erotismo, del caos y de relaciones de poder en medio de un escenario distópico.

La novela de tan solo 171 páginas y tres partes es fascinante, tiene como protagonista a Guinea, una madura maestra de literatura que va aterrizando en Buenos Aires, la ciudad que hace muchos años abandonó para buscar en otro país un desarrollo profesional, viene de alguna manera huyendo del cuestionamiento social por una relación erótica que tuvo con Nicholas su joven alumno, Guinea, sin saberlo, llega a una ciudad que acaba de sufrir un apagón masivo; con un ritmo narrativo que hace querer leer sin parar, Leticia nos sumerge en esta atmósfera desoladora en dónde todas nuestras dependencias salen a flote: a la electricidad, al internet, a las redes sociales y a nuestra constante necesidad de compartir (“Todos somos electrodependientes”)

Guinea tiene que cambiar sus planes y buscar de algún modo salir de la locura que se vive en el aeropuerto para poder llegar a su lugar de hospedaje, ante la imposibilidad de encontrar transporte, acepta “un aventón” de Rostov, un hombre maduro que a lo largo de la trama se vuelve su tabla de salvación y un tanto su catarsis; Guinea termina llegando a su casa para poder pasar la noche en medio de la confusión y desesperación del masivo apagón y ahí conoce a Vladimir, el joven adolescente hijo de Rostov; en esta relación y a través de un diálogo interno de la protagonista conocemos sus deseos profundos, la historia en el pasado con Nicholas y las sensaciones eróticas que le despierta este jovencito, temas hasta cierto tiempo tabú que Leticia plantea de una genial manera.

Vladimir es realmente una historia que vale la pena hasta releer, disfruté la trama, el ritmo, las referencias literarias (como el perro de nombre Borges que tiene un trágico final) y los múltiples cuestionamientos que la autora nos pone enfrente, ¿somos realmente civilizados? O solo intentamos no matarnos como animales salvajes cuando estamos al límite; la protagonista reflexiona sobre la plaga que somos los humanos, sobre la dependencia, los excesos y también los efectos de los encierros, aspectos que de alguna manera hacen recordar la pandemia del 2020.

Vladimir es una extraordinaria novela.

 

 

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